viernes, 3 de noviembre de 2017

Lecturas terroríficas






El martes y el jueves los alumnos de nuestro instituto han leído los microrrelatos de terror que quedaron finalistas en el concurso convocado a principios de octubre. También se han leído textos en Inglés, Francés y Latín.  Han sido muchos los alumnos que han participado y bastante difícil elegir a los ganadores.






Después de mucho deliberar, nos complace informaros de que las ganadoras son María Platero (en la etapa de ESO) y Nazaret Álvarez (Bachillerato / Ciclos Formativos) con sendos premios de 25€ en material escolar.

El próximo martes 7 de noviembre, en el primer recreo, haremos la entrega de premios.


También se darán los premios del concurso de marcapáginas. El primer premio de Marcapáginas (dotado con 25€ en material escolar) es para Cristina Abril, de 3 ESO A. El segundo premio (dotado con 15€ en material escolar) es para Ángel León , de 1 ESO C.





Los microrrelatos ganandores son los siguientes:

«Reinaba un profundo silencio en toda la vasta extensión de aquella tierra. Era la desolación misma, sin vida, sin movimiento, tan solitaria y fría que ni siquiera bastaría decir, para describirla, que su esencia era la tristeza.
Allí, ante una decena de árboles desnudos se encontraba una niña de pelo oscuro y ojos azules, vestida con viejas ropas rasgadas.
De repente, un débil llano inundó el lugar.
Me temblaban las rodillas, el corazón me latía apresuradamente y casi no podía respirar. En un golpe de valor conseguí comenzar a caminar preguntándome aún cómo había llegado a aquel lugar.
Y ahí estaba, a un par de centímetros de la niña. Me disponía a apoyar mi mano sobre su hombro cuando se giró con un suave movimiento dejando al descubierto su rostro –o mejor-: la ausencia de él».
                                                                               Por María Platero. 4º ESO C

«Una niña escuchó que su madre la llamaba desde el sótano, y se dispuso a bajar para ver que quería. Cuando abrió la puerta y ese húmedo hedor volvió a impregnarla por sexta vez en aquella semana, la identificó enseguida.
–Buenas tardes, mamá.
Ella no respondió. Como cada día, se sentó a su lado. La tocó, estaba fría. Aún continuaban sus pies violáceos balanceándose del techo. Aún se mecía de aquella gruesa soga por el cuello, con los ojos opacos y la lengua hinchada.
–Buenas noches, mamá.
La niña subió las escaleras y cerró la puerta. Todavía podía escuchar como su madre seguía llamándola sin cesar desde la oscuridad del sótano helado».
                                                                                                 Por Nazaret Álvarez. AF2

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